Argumentos basados en ‘envenenar el pozo’, ataques directos ‘al hombre’, disparos con un ‘y tú también’ o un ‘y tú más’, embestidas contra las cualidades personales del oponente para desacreditar sus aserciones… Ocurre cada día en los Medios. Descubrir las razones torticeras y falaces en una entrevista, tertulia, coloquio, mesa redonda… no siempre es fácil; pero hacerlo es básico para defenderse y argüir con fundamento.
Imaginemos que, en un debate, alguien se niega a aceptar una afirmación, y, para rechazarla, crítica en estos términos a la persona que la hizo: "Usted dice que los ateos pueden ser personas de moral. Sin embargo, yo sé que usted abandonó a su esposa e hijos”. Si argumenta de esta forma, quienes le escuchen tienen que saber que éste es un razonamiento falaz porque la verdad de una aserción no depende de las virtudes de la persona que la afirma. Además, quien lo usa incurre en un argumentum ad hominem abusivo (literalmente "argumento dirigido al hombre"). Bastará con explicarlo para desarmarle.
Argumentum ad hominem es un tipo muy común de falacia, construida a la medida de la persona a la que se dirige. En realidad, no pretende argumentar, sino atacar o descalificar al adversario.
Una forma menos obvia del argumentum ad hominem consiste en rechazar una proposición basándose en el hecho de que también fue aceptada por otra personalidad fácilmente criticable. Por ejemplo: "¿Y qué sugiere que hagamos, que cerremos la Iglesia? Hitler y Stalin estarían de acuerdo con usted". No caiga en esta argucia retórica.
Otra forma de argumentum ad hominem consiste en persuadir a alguien para que acepte una afirmación refiriéndose a las circunstancias particulares de la persona que la hizo. Por ejemplo: “... por lo tanto es perfectamente aceptable matar animales para la alimentación. Espero que no lo discuta, porque le veo feliz y contento con sus zapatos de cuero”. Esto se conoce como argumentum ad hominem circunstancial. Y es un razonamiento perverso.
La falacia también se puede usar como excusa para rechazar una conclusión particular. Por ejemplo: "Por supuesto que usted dirá que la discriminación positiva es mala. Usted es blanco". Esta forma particular del argumentum ad hominem, en la que se alega que alguien está racionalizando una conclusión por motivos egoístas, se conoce como "envenenar el pozo".
"Tu quoque". Ésta es la famosa falacia de "tú también". Ocurre cuando uno argumenta que una acción es aceptable porque su oponente también la hizo. Por ejemplo:
– Estás siendo abusivo sin proponértelo.
– ¿Y qué? Tú también lo has sido.
En realidad, esto es un ataque personal y un caso especial de argumentum ad hominem.
No siempre resulta inválido argumentar refiriéndose a las circunstancias de la persona que ha hecho una declaración. Si esa persona es un conocido mentiroso o perjurador, este hecho le restará credibilidad como testigo, pero no probará sin embargo, que su testimonio sea falso. Tampoco alterará la confiabilidad de cualquier otro razonamiento lógico que haga.