domingo, 16 de mayo de 2010

Persona y periodista, ¿dos realidades incomunicadas?

La mirada que uno dirige como periodista es sustancialmente diferente de la mirada que uno dirige en su condición de persona. Es lo que viene a decir Janet Malcolm en El periodista y el asesino. La autora de origen checo describe al sujeto periodista como una especie de doctor Jekill y mister Hyde, que utiliza una u otra piel según ejerza de una u otra cosa. Desde luego, merecería un reposado análisis el párrafo de ella cuando escribe: “Algo extraño le ocurre al individuo cuando conoce a un periodista, y lo que sucede es exactamente lo contrario de lo esperado. Cabría imaginar que se impondría la extrema cautela, pero en realidad la confianza e impetuosidad infantiles son mucho más comunes. El encuentro periodístico parece tener el mismo efecto regresivo sobre el sujeto que el encuentro psicoanalítico. El sujeto se convierte en una especie de hijo del escritor, a quien ve como permisiva madre, tolerante e indulgente, y espera que sea ella quien escriba el libro. Por supuesto, quien lo escribe es el padre, estricto, riguroso e implacable”.

Si yo dijera que estoy de acuerdo estaría mintiendo. Pero si dijera que no lo estoy, me tomarían por un mentiroso. Supongo que Malcolm se refiere a algunos periodistas de verdad y no a esos en los que usted y yo estamos pensando. En todo caso, personalmente, creo más en lo siguiente: Como hombre uno puede ser paciente, amoroso, positivo y mostrar una inclinación enteramente acrítica para mirar todas las cosas y considerarlas correctas. Pero como periodista, el demonio obliga a observar, a tomar notas con la rapidez del relámpago y con la peligrosa malicia de todo detalle que en el sentido literario sea característico, distintivo, significativo y que tipifique la raza, el modo de ser social o psicológico, mientras registra uno todo eso tan despiadadamente como si no tuviera ninguna relación humana con el objeto observado, cualquiera que éste sea (atribuido a Thomas Mann, también citado por Malcolm).

No es posible separar persona y periodista. Ambos actúan al mismo tiempo como una mezcla de humo y mármol, que suele resultar equívoca para la verdad. Si fuese posible separarlos, la objetividad dejaría de pertenecer al reino de la quimera.

domingo, 9 de mayo de 2010

¿Y por qué no liquidan el Senado?


El Senado, la Cámara Alta, es una réplica del Congreso de los Diputados, una sala de relectura de leyes que retrasa y complica hasta límites inaceptables la tarea legislativa del Parlamento. En la práctica, es una institución casi vacía de contenido, poblada en los plenos “por una casta de pensionistas privilegiados”, como dirían el profesor de Ética José Luis Velázquez y el periodista Javier Memba (La generación de la Democracia, historia de un desencanto).
Da la sensación de que los padres de la Carta Magna no encontraron la forma de liquidar el Senado y lo incluyeron “de contrabando”. El artículo 69 de la Constitución dice que el Senado es la cámara de representación territorial; pero esta premisa se contradice en sí misma con la forma de elección de los senadores, desarrollada posteriormente por Ley Orgánica.
Salvo en dos o tres ocasiones, provocadas a modo de ensayo, el Senado nunca ha sido un foro territorial. Y ni siquiera permitía el uso de las lenguas autonómicas, excepto en tres casos: durante la preparación del inexistente debate anual sobre el Estado de las Autonomías, en el primer pleno de la legislatura y en los escritos que remiten los ciudadanos a la Cámara.
La clase política ha planteado sin éxito, ya desde el inicio de la Democracia, la absoluta necesidad de reformar la institución para dotarla de significado en un parlamento bicameral cuyo protagonismo casi absoluto se entregó al Congreso. El objetivo es constituir una Cámara en la que las Comunidades Autónomas puedan expresar sus opiniones y participar en las decisiones generales del Estado. De entrada, parece tarea imposible; porque hacer una verdadera reforma supone modificar la “intocable” Constitución, escollo que ha paralizado las distintas iniciativas que han surgido en esa línea. Además, la reforma, en la práctica, significaría duplicar y asumir tareas que corresponden a los carísimos Parlamentos autonómicos. Así que, como mucho, el Senado sólo podrá aspirar a ejercer de mediador y cooperador entre el Gobierno central y las Comunidades Autónomas; de facilitador y agilizador de una mayor y mejor participación de las autonomías en los proyectos y recursos del Estado. Pero no puede ni debe convertirse en un foro centralista para asuntos propios de las regiones; ni en órgano fiscalizador de los Gobiernos autónomos. El Senado, en el actual ordenamiento, sobra.

viernes, 7 de mayo de 2010

Creceremos con el mismo modelo

La idea de cambiar el modelo productivo, anunciada por los mismos políticos que han enterrado los plazos para ponerla en marcha, ha sonrojado a más de un analista y ha abierto una puerta al cierre colectivo de un amplio sector de la industria, que aún sigue formulándose esta pregunta: ¿Es posible una economía rentable sin una construcción fuerte, como antaño?

La verdadera cuestión de fondo, sin embargo, aún no se ha remachado lo suficiente: ¿Cómo hemos crecido hasta la crisis? Entre 2001 y 2008, el PIB español engordó por encima del 25%, once puntos más que la media de la eurozona, más del doble que el francés y casi el triple que el alemán. Tanto fue así que nuestra renta per cápita superó a la de Italia y a la de la UE por primera vez en la historia reciente. Los servicios aportaron un 55%; la construcción, el 12%; la industria, el 5%... Pues bien, este modelo, que en ocho años consiguió la mayor expansión económica nunca antes registrada en España, ha sido declarado insostenible y el maltrecho sector de la construcción, cuyo peso siempre fue relativo, culpado de casi todos los males.

Es incuestionable que nuestro país sólo puede crecer con lo que tiene. Así que en el futuro crecerá de forma parecida a como lo ha hecho en el pasado: porque nuestra estratégica situación  geográfica no ha cambiado ni cambiará; porque el sol sigue siendo un imán para el turista; y porque la construcción es la mejor forma de poner en valor el territorio. Podemos y debemos innovar, pero creceremos con lo que siempre hemos crecido.