Ayer participé como moderador en una discusión histriónica sobre la dichosa memoria histórica. No fue nada que no pueda caber en una rutinaria tertulia entre viejos conocidos de la facultad, pero el tema encendió posturas encontradas. Cuando se calmaron, preguntaron mi opinión. Prometí dársela otro día, claro.
En realidad, yo prefiero hablar de recuerdo, que no de memoria. Porque memoria, cada uno tiene la que puede, ni siquiera la que quiere. Nunca he entendido qué es eso de memoria histórica. ¿La historia tiene memoria? ¿La memoria tiene historia? ¿Hay que tener una memoria histórica, otra amorosa, otra virtual, otra social, otra económica…? ¿Hay que tener una memoria deportiva...? ¿Cuántas memorias hay? Vaya tinglado. Por lo visto, ‘memoria’ vale para todo.
Miren, no, no, lo que hay que tener son recuerdos. Y los recuerdos deberían permanecer en la memoria, pero eso es muy distinto de lo que se dice. Porque ¿quién decide qué cosas deben formar parte de nuestra memoria y cuáles no? Ah, ¿pero eso lo decide alguien por nosotros? Porque si lo decide alguien en nuestro nombre, nos está manipulando, es una trampa.
En realidad, yo prefiero hablar de recuerdo, que no de memoria. Porque memoria, cada uno tiene la que puede, ni siquiera la que quiere. Nunca he entendido qué es eso de memoria histórica. ¿La historia tiene memoria? ¿La memoria tiene historia? ¿Hay que tener una memoria histórica, otra amorosa, otra virtual, otra social, otra económica…? ¿Hay que tener una memoria deportiva...? ¿Cuántas memorias hay? Vaya tinglado. Por lo visto, ‘memoria’ vale para todo.
Miren, no, no, lo que hay que tener son recuerdos. Y los recuerdos deberían permanecer en la memoria, pero eso es muy distinto de lo que se dice. Porque ¿quién decide qué cosas deben formar parte de nuestra memoria y cuáles no? Ah, ¿pero eso lo decide alguien por nosotros? Porque si lo decide alguien en nuestro nombre, nos está manipulando, es una trampa.