Éste es mi pueblo. Lo es aunque jamás haya pisado sus calles, sentido su brisa, olido sus flores, entrado en sus casas. Todas duermen bajo el agua desde hace cincuenta años. Nací demasiado tarde para verlo. Pero lo quiero sobre todas las cosas. Es el pueblo que ha inspirado La marca del agua. Ahora también es mi pueblo. En realidad ya lo era cuando empecé a escribir la novela.
La Asociación Cultural Alberguería Oleiros (ACAO) me ha regalado la extraordinaria consideración de hijo adoptivo del desaparecido enclave. No estoy seguro de reunir los méritos personales y cualidades que requiere tan destacada distinción; porque hacer en cada momento lo que uno sabe y quiere hacer, nunca puede ser un mérito. En todo caso, para mí es el premio más grande y valioso. Lo agradezco profundamente.
Y me propongo estar a la altura.